Es interesante entender qué es “situación de riesgo”. En la adolescencia, período de la vida de ruptura,
descubrimiento, experiencias nuevas, es muy posible que un joven pruebe marihuana. Ésta es la primera
situación de riesgo. Ésta es la luz roja inicial. La primera advertencia.
De esta “luz roja” surgen varios caminos posibles. En la mayoría de los casos, estas experiencias son
desconocidas por la familia, de ahí que, si no hay alguna manifestación externa (intervención policial,
accidente, sobredosis), el tema quede silenciado.
Si esta “probada” inicial se repite con frecuencia, se incorporan a lo cotidiano las consecuencias sociales
que el consumir determina en cada uno.
La mayoría de los adolescentes que consumen manifiestan un cierto bienestar al fumar. Dicen que “los
relaja” y a eso, además, se puede se agregar la fantasía que significa para cada uno el “relajarse”. Este
consumo lleva implícito tomar distancia de la realidad, bajar el tono emocional y quedar encerrado en
un mundo ilusorio propio y en una nueva pertenencia de “amigos” que consumen. Si esta situación se
hace hábito, los proyectos hasta ahora sostenidos quedan desplazados.
Es probable que se cambie el ritmo de estudios, trabajo, horarios, los compromisos con la familia y con
su propio desarrollo.
Van apareciendo conductas agresivas, maltratantes, de violencia, mentiras, robos, falta de responsabilidad.
Este proceso de transformación es tan sutil, que aparece minimizado y hasta normalizado por su grupo
familiar. Al observar alguna de estas conductas, no las relacionan con el consumo de droga, sino que más
bien las atribuyen a crisis de adolescentes.
Muchas veces “de un porro no es nada”, se pasa al alcohol u otras sustancias adictivas y a conductas
impulsivas de alto riesgo.
Entonces los adolescentes, al incorporar sustancias tóxicas a su vida, pierden la riqueza del vínculo con
su realidad familiar y social, generándose así, en la familia, una situación de incomodidad difícil de
comprender que, en muchos casos, los lleva a la consulta.
Todas estas dudas aparecen sutilmente en el diálogo cotidiano con sus hijos. Pero ¿cómo hacer para no
pensar que lo que nos dice es mentira, si sólo algunas pocas veces nos mintió?
Este momento tan especial, donde aparecen ciertas conductas o situaciones no habituales, podemos
leerlos como formas sutiles de pedir ayuda.
Es muy difícil, desde el lugar de miembro de la familia, reconocer estas conductas como indicador de
consumo de sustancias.
Los adultos nos asustamos mucho con este tema que nos es desconocido y defensivamente minimizamos
la situación.