Una actualización acerca del tema para presentar en el Servicio de Adolescencia del Hospital B. Houssay
(Vicente López, prov. De buenos Aires, Argentina, julio de 2007)
Autora: María Cristina Ravazzola
Un recorrido por algunas de mis experiencias, desde las que fui armando mis opiniones:
En los años de prácticas durante la carrera de medicina (62-65) me tocó hacer guardias en un Hospital de
Pediatría, lo que me dejó huellas que hicieron que, mientras completaba mi residencia psiquiátrica en el
Hospital Borda, me aventurara en la formación como psicoterapeuta de niños y adolescentes. Siempre
preocupada por los contextos relacionales, me interesé en trabajar con padres de adolescentes en reuniones
grupales, espacio que me brindó el Centro Médico Psicológico Buenos Aires, dirigido entonces
por Octavio Fernández Mouján. Más adelante incorporé en USA y en Italia, conocimientos acerca del
pensamiento sistémico que eran afines a mi manera de entender las relaciones familiares y me desarrollé
como terapeuta familiar, trabajando en consultas de consultorio privado, en docencia (posgrado en
UBA y otras universidades, Programas de Capacitación en Buenos Aires, Montevideo, Porto Alegre,
Florianópolis, Santiago de Chile) y en aplicaciones del pensamiento sistémico a necesidades de sistemas
sociales operantes en la comunidad (en especial en programas de rehabilitación de adicciones a drogas
ilegales). Un paso crucial fue para mí la incorporación a mi práctica de los descubrimientos acerca de la
vida cotidiana y de las diversidades que me depararon los estudios de género. Y de ahí fue sólo un paso
a estudiar la violencia de género y a hacer los recorridos que sustentan mis trabajos actuales en el campo
de la violencia doméstica.
Hace ahora más de 15 años fui invitada a supervisar y asesorar en problemas de violencia familiar a los
médicos y terapeutas de un servicio multidisciplinario de Adolescencia (en el Hospital B. Houssay).
Comenzamos, con Gastón Mazieres, documentando algunas supervisiones y consultas que poco a poco
fueron incluyendo modalidades innovadoras
Paralelamente, y desde hace ya más de 10 años, fui formando parte de la Fundación Proyecto Cambio,
dedicada a la asistencia de jóvenes drogadictos, a la que comencé asesorando en temas de incorporación
de las familias a los procesos de recuperación, y en temas de violencia y de género. En gran parte, lo que
en este artículo desarrollo acerca del adolescer tiene que ver con mi experiencia en el Proyecto Cambio,
ya que muchos de los consultantes por adicciones son adolescentes (y los que no lo son por edad, lo son
por la forma en la que están manejándose en la vida) y con observaciones de adolescentes y sus familias
desde el programa que tuve la oportunidad de desarrollar en el Servicio de Adolescencia del Hospital
B.Houssay.
¿Qué es un adolescente? ¿Sirve definir la adolescencia como una etapa etaria?
No propongo definiciones sino perspectivas desde las que definimos y algunas preguntas, como: ¿Quién
define? Para hablar de los adolescentes hoy, los adultos tenemos que hablar de sus familias, de cómo
padres y docentes de nuestras culturas se relacionan con las personas que están atravesando esa etapa.
¿Por qué somos los adultos quienes estudiamos a los adolescentes? ¿Qué sentiríamos los adultos si los
adolescentes nos estudiaran y nos definieran, por ejemplo, como de una etapa de transición entre la juventud
y la vejez? ¿Por qué la etapa adulta es tan central y protagónica y no es sólo una más?
Para reflexionar sobre estas cuestiones encuentro útil buscar en la génesis de los conceptos, lo que nos
lleva a la historia de esta etapa etaria.
¿Desde cuándo la etapa de la adolescencia existe como tal en la cultura occidental?
La concepción de adolescencia que ahora circula no existió siempre. En verdad, es la última etapa etaria
(llega a ser “reconocida” aún más tardíamente que la niñez) a ser definida con características propias.
Durante siglos se consideraba que eran adultos jóvenes a las personas desde los 13, 14 años. A las niñas
se las casaba y los varones debían proveer con su trabajo al hogar paterno. Recién durante el siglo XIX
parece considerarse que estas personas atraviesan un período especial de sus vidas y que no son adultos
deficitarios. Y esta conciencia nueva no es homogénea en el planeta. Todavía hoy hay culturas que homologan
esta etapa a la adultez, y atribuyen a los “adolescentes” responsabilidades que en otras culturas
corresponden a los “adultos”.
Prefiero pensar entonces esta etapa etaria como un recorrer, una acción.
Encontramos que no existe una manera homogénea de adolecer. La experiencia es diferente en diferentes
escenarios: rurales y urbanos, escenarios según clases sociales diferentes, etc. También hay diferencias
entre chicos y chicas por sexo y por género. No cuenta sólo la biología sino también toda la expectativa
sociocultural puesta sobre ellas y ellos.
¿Cuáles son los fenómenos que caracterizan la etapa adolescente en los jóvenes y en sus padres? ¿Qué
imágenes y particularidades surgen de estudios sobre el tema?
¿Cómo se nos dibujan y desdibujan las imágenes con las que se asocia a los adolescentes? (no olvidemos
que nuestras propias definiciones contribuyen a la construcción sobre la etapa etaria que nos convoca, y
que vale la pena revisarlas):
Por un lado aparece como una etapa de tormentas y dificultades.
Tienden a los excesos, al caos.
Se instala siempre una brecha generacional negativa.
Es una transición entre etapas importantes (infancia y adultez)
Según algunos estudios
Es una etapa con validez propia
Predominan los sueños y el romanticismo
Los adolescentes son a la vez vulnerables pero también muy fuertes
Tienden a agruparse entre pares.
Tienden a buscar el riesgo y a testear los límites de los adultos
Buscan fortalecer su autonomía
Sufren pérdidas importantes (privilegios de la niñez) y van ganando autonomía.
A partir de las experiencias mencionadas, ¿qué puedo decir acerca del fenómeno de adolecer desde mi
encuentro con adolescentes de hoy? Y desde la conciencia de que sólo accedo a metáforas para debatir
con ellos y ellas:
- La BIOLOGÍA informa sobre cambios corporales. En esta fase de la vida las hormonas sexuales irrumpen
en el torrente sanguíneo y provocan sensaciones y acciones intensas y diferentes que los chicos y
chicas aprenden a decodificar y a manejar según sus aprendizajes anteriores y según sus entornos. Si
aprendieron a obedecer a imperativos impulsivos es probable que les cueste más llegar a armonizar estas
nuevas sensaciones con el resto de las cuestiones importantes de su vida5. Si tuvieron experiencias
más contenidas y reflexivas, sabrán interpretar y calmar las ansiedades que estas nuevas experiencias
despiertan. También los antecedentes de confianza en los adultos del entorno les permite pedir ayuda si
se sienten desbordados/as.
-GRUPOS: En general necesitan, disfrutan y conocen la manera de participar en grupos con sus pares.
Es habitual que experimenten placer por el solo hecho de encontrarse y juntarse, y que busquen la forma
de hacerlo.
-Necesitan aprender cómo incluirse en el mundo adulto, es decir, continuar un aprendizaje de Responsabilidades
y Compromisos participando de sistemas sociales extra familiares, para lo que es bueno que se
inserten en tareas grupales de TRABAJO Y ESTUDIO aunque su tendencia pueda llevarlos a exagerar
un clamor por la libertad y a resistirse a estas propuestas.
-Se encuentran permanentemente teniendo que enfrentar CAMBIOS intensos en el cuerpo, en la manera
de pensar y de sentir. Esto hace que también se vean frente a pérdidas de lo que antes eran y tengan que
experimentar procesos de DUELOS por aquello que ya no tienen. Un grado de confusión y depresión
por estas pérdidas es esperable.
-Necesitan continuar modos de transitar por PROCESOS DE AUTONOMÍA Y DIFERENCIACIÓN,
es decir, aprender quién soy Yo y quién es el Otro, en contexto. También necesitan aprender a evaluar y
calibrar el balance entre estas tendencias, lo que significa participar de experiencias en las que se defina
lo propio y privado de cada quien, así como de respeto por lo ajeno, lo perteneciente al Otro.
-Son ahora capaces de tomar más RIESGOS y de asumir EXPLORACIONES sobre situaciones nuevas,
a veces con dificultades en encontrar la medida entre estas tendencias, para lo que necesitan apoyos y
confrontaciones de los adultos y de los pares. Este proceso se favorece si sostienen formas de comunicar
sus necesidades y sus experiencias sin ser juzgados.
- Es importante que aparezca con voz propia la EXPRESIÓN de sus NECESIDADES en el contexto de
la vida cotidiana y de sus actividades. Nosotros, adultos, no comprendemos fácilmente estas expresiones
ya que los adolescentes inventan lenguajes propios y mundos para mantenerse fuera del control de los
adultos. Participan del chat, del rock, de facebooks y blog, del lenguaje de consonantes de los teléfonos
celulares, y de otras culturas que a los adultos nos cuesta aprender y disfrutar. Su modalidad comunicacional
incluye modismos y provocaciones con las que tenemos que saber manejarnos y aceptar para no
excluirlos ni excluirnos.
No siempre perciben claramente sus necesidades ni sus recursos, con lo que a veces cometen alguna
trasgresión a reglas familiares o sociales (en su jerga: se mandan un “bardo” o un “moco”). Es también
difícil que hayan aprendido a pedir ayuda. Es importante poder pensar esto para buscarles ayuda y soluciones
que no los desconfirmen en sus capacidades.
-Tienen sus PROBLEMAS y PREOCUPACIONES que no siempre los adultos entendemos. Si perciben
que necesitan ayuda es posible que confíen más en sus pares que en los adultos. A veces los adultos no
somos buenos depositarios de su confianza6.
-Tienen grandes POTENCIALIDADES para lo que necesitan ámbitos de DESARROLLO que nuestras
sociedades no siempre les proveen. No es común que cuenten con espacios seguros propios y apropiados.
Tampoco se les consulta para proyectar planes sociales.
Para dar una idea de los “bardos” más típicos:
asociación con pares antisociales
consumo de drogas
actos delictivos u otras transgresiones a reglas sociales
violencia y otros desbordes
alteraciones en la alimentación
conductas desafiantes o de riesgo en la sexualidad, la reproducción, la escolaridad
La idea de que adolecer implica transitar desde la niñez hacia la juventud y la adultez da cuenta de los
padecimientos frente a lo nuevo que pueden traer los cambios en esta etapa de la vida.
Podemos pensar en metáforas que nos sirvan para entendernos y acercarnos, y metáforas que nos pongan
a distancia de personas que están viviendo experiencias diferentes de las nuestras.
ENTORNO (sociedad en general y padres en particular)
Para que los Padres tengan en cuenta:
En esta etapa ya no hay experiencia de CRIANZA. Los adolescentes ya no son nenes que dependen
totalmente de los adultos a cargo y que aprenden de lo que los adultos les dicen. Ahora van a guiarse por
lo que perciben que los adultos HACEN. Nos miran vivir.
Así y todo, todavía gozan (generalmente más en clases sociales medias y altas) de la oportunidad de
participar de los aprendizajes que necesitan para una inserción en el mundo adolescente y adulto que les
ofrecen los ámbitos de CONVIVENCIA afectuosa (familiar, escolar, institucional, etc). Es ahí, en un
medio que todavía les provee de una cierta moratoria social (ámbitos en los que predomina el amor y
no los castigos restrictivos) donde pueden y deben aprender a compartir, a desarrollar valores, a ensayar
y desempeñar roles, a hacerse cargo de sí mismos, a asumir responsabilidades y consecuencias de sus
acciones.
Para que este aprendizaje en convivencia amorosa sea posible, los padres y los adultos de la cultura
necesitamos atravesar procesos de toma de CONCIENCIA que implican reconocer:
a) Duelos7 por el hijo chico que ya no vuelve, y por las etapas de nuestra propia vida ligadas a ese hijo
chico
b) Pérdida de ilusiones, enfrentando y reconociendo al hijo que es, y no al que esperamos y hemos soñado
que sea.
c) Pérdida de caminos y oportunidades propias que estaban ligadas a etapas anteriores y aceptación de
esas pérdidas y tal vez construcción de nuevos proyectos.
d) Conciencia de limitaciones a lo que nos es posible hacer para que nuestros hijos estén mejor, estén
más protegidos, y tengan mejores resultados para sus desempeños. No es posible estar en todo momento
atajando las experiencias a veces duras por las que tienen que pasar8 o impidiendo consecuencias que
pueden servirles de aprendizaje (padres “escuderos”), armando entornos que les faciliten ascensos que
no se ganan (padres “sobadores”). Más bien, creemos que sí sirven las acciones y conversaciones que
los padres mantengan con los hijos en cuanto a la PROMOCION de los CUIDADOS que necesitan en
cada ocasión que enfrentan, acompañándolos en lo que pueden prever y anticipar en cuanto a riesgos y
alternativas posibles.
A veces los padres temen “soltar” a los hijos y dejarlos hacer micro experiencias que les permiten ir adquiriendo
confianza desde ambos lados de la interacción. En este proceso es necesario que aparezcan las
conciencias mencionadas, que a veces se niegan rígidamente y es así como les obturamos sus aprendizajes
necesarios. Una forma de eludir estas conciencias es a través de proyectarnos en los hijos, armando
una vida para ese hijo tal como la que nos hubiera gustado a nosotros vivir, regalándole de todo sin que
se lo gane por sí mismo (padres “representantes” o “agentes”), constituyendo crianzas hedonistas, sin
responsabilidades, en las que se les halaga el ego pero no se les estimula a desarrollar sus potencialidades.
Lamentablemente esto los vuelve soberbios pero no les acrecienta su autoestima.
Para pasarles las cargas que deben ahora estar sobre sus hombros, necesitamos aprender:
A escuchar . Lo que significa saber qué escuchar (qué creer y tomar en cuenta, qué respetar y qué no):
Siempre podemos brindar apoyo y respetar a la persona adolescente sin dejar de expresar cuestionamientos
a la conducta que nos molesta o plantear desacuerdos en contextos de reflexión. Ellos y ellas se
dan cuenta si no estamos de acuerdo y no entienden qué pasa cuando nos sometemos y no expresamos
nuestras ideas.
Cómo escuchar (escucha emocional) aceptar lo que el adolescente siente9, no interrumpir, no aconsejar,
no rebatir, no juzgar (no quiere decir estar de acuerdo con sus argumentos), no tomar lo que siente como
personal. Y luego del exabrupto, pasado el momento de mayor conmoción, invitarle a reflexionar y a
hacerse cargo de lo que produjo.
Cómo ejercer autoridad con respeto Algunas creencias acerca de la libertad y la autonomía atentan contra
la idea de la autoridad y crean la falsa expectativa de que los adolescentes no necesitan participar de
sistemas en los que un adulto ejerce alguna autoridad en la relación con ellos. Seguramente esto esta
ligado a las proyecciones de los adultos en cuanto a lo que les hubiera gustado vivir, pero que así quedan
inhibidos de constituirse en referentes confiables para quienes todavía los necesitan y mucho. El ejercicio
de la autoridad familiar o escolar no necesita ser autoritario (dominante, arbitrario, juzgador, sin
espacio de reflexión ni reparación). Pero tampoco es bueno abdicar y abandonar ese ejercicio.
El mundo actual que privilegia las relaciones del mercado y el auge del consumo propone disponer a los
sujetos en jerarquías, la mayor correspondiente a quienes más pueden movilizar fondos para consumir
productos. Lo que no quiere decir que esas jerarquías sean las deseables. Todavía el adolescente no tiene
las experiencias y visiones predictivas que puede tener un adulto responsable, actualizado y conectado
con su época, con lo que carece de buenas defensas (resistencias culturales) frente a las ofertas tentadoras.
Puede genuinamente creer que se convierte en “más importante” si “pertenece” a ciertos universos
de consumo10. Y necesita reflexionar acerca de esos valores.
Con respecto a este tema de la autoridad familiar, nos encontramos con un componente adicional que
constriñe a las madres para su ejercicio, que es el tema de la inhibición cultural de la autoridad de las madres11.
Se van conociendo cada vez más cifras que señalan la existencia de gran cantidad de hogares en
los que no hay padre, y que son las madres quienes están a cargo de los hijos. Sin embargo, en culturas
que suponen que la autoridad familiar debe ser ejercida por EL PADRE, y que los hijos se perjudicarían
si es la madre quien asume las funciones normativas y de control, este lugar familiar de autoridad queda
vacío y son los mismos adolescentes quienes se auto designan, frente a ese vacío, como agentes de
autoridad familiar.
Otro tema a considerar y profundizar es el de la actitud de los profesionales para con las familias. Los
profesionales también deberían hacer un duelo de los ideales adolescentes perdidos en cuanto a sus
propios reclamos puestos en lo que suponen deberían ser y hacer los padres y madres. Muchas veces,
al alinearse con los adolescentes, pierden de vista la perspectiva de los padres y hasta juegan actitudes
sustitutivas por las que los reemplazan, en lugar de ayudarlos a desarrollar mejor sus capacidades. Esto
redunda muchas veces en reforzamientos de posiciones de poder de adolescentes en riesgo que necesitan
que sus padres asuman firmes actitudes de cuidado hacia ellos.
Nos es útil seguir pensando la metáfora de que la adolescencia es la etapa en la que se van plasmando
las acciones que determinan un pasaje de postas desde los padres hacia los hijos. Tal vez este pasaje
comenzó mucho antes, cuando les enseñaron a cruzar una calle solos y confiaron en ese aprendizaje,
y con cada adquisición de autonomía que significó que los padres aliviaran su mochila de las responsabilidades
que iban asumiendo por sus hijos desde niños. Para algunos, este proceso no ocurrió y, por
ejemplo, la escolaridad fue siempre un tema y un problema de los padres, mientras que otros niños la
fueron haciendo suya. Los proyectos de vida, los destinos posibles, el cuidado de sí mismos, las conciencias
de riesgos y de recursos, necesitan pasar de los hombros de los padres a los de los hijos para
que estos puedan hacerse cargo de sí mismos. Este es un proceso, y los profesionales podemos ayudar a
destrabarlo cuando no fluye.
Entorno social
Actualmente, más allá de la oferta de drogas, existe una cultura que oferta el consumo, con propuestas
hedonistas a que se consuma lo que “pinta”. Eso es equivalente al mensaje al adolescente de “seguí tu
impulso”, “date el gusto”, como si alguien que está obnubilado por tanta oferta y no aprendió todavía
a reconocer el imperativo de sus impulsos evaluando las posibilidades del contexto, pudiera saber qué
desea realmente. Las ofertas y los mensajes invitadores al consumo son valiosos e imprescindibles sólo
para quienes tienen que colocar masivamente sus productos. Pero desde esos intereses nadie cuida de
nuestros niños y adolescentes.
El otro tema cultural a revisar es el de tomar al adolescente como el ideal de persona. Una vez descubierta
la capacidad de consumo del adolescente y su enorme posibilidad proyectiva en el mundo de poder
de los adultos, es fácil llevar algunas características de esta etapa a niveles ideales (el cuerpo joven, sin
arrugas, sin celulitis, las potencias de vigor sexual, la audacia y la inocencia a la vez, etc.). Esa idealización
coloca jerárquicamente al adolescente por encima de sus padres y hasta a veces de sus maestros y
de los profesionales a cargo, produciendo una inhibición en las funciones de los adultos.
Algunas formas de ayuda:
Pensemos cuáles son los momentos críticos que los adultos tenemos que registrar para ayudar a los adolescentes
a autoafirmarse desde las oportunidades y potencias a su alcance.
Proponemos poner el acento en la importancia de los momentos críticos:
Materias reprobadas, discusiones con los padres, enfermedad en la familia, muerte de familiares, ruptura
con el novio/a, problemas de y con los hermanos o padres, enfermedad o heridas en su persona, dificultades
de aceptación del propio cuerpo, rechazos o burlas de los pares, etc., son disparadores de emociones muy
intensas, que los adolescentes necesitan expresar, compartir, afrontar y aliviar en un entorno amoroso. Importa
registrar que en esos casos los adolescentes necesitan mucho apoyo y confirmación personal.
La importancia de los espacios de reflexión: Tanto las conversaciones familiares como las escolares o las
de los espacios de actividad pueden ser útiles para que perciban – se conecten con - sus necesidades y sus
recursos, con sus potencias y con sus limitaciones. Los adultos deberíamos promover conversaciones
reflexivas entre los propios adolescentes sobre los temas que los preocupan.
la importancia de los espacios de recreación: Las comunidades deberían asegurarse de contar con parques
seguros en los que practicar deportes de aire libre y encuentros musicales, parques de encuentros
sociales, clubs para la práctica de diferentes actividades que sean de su interés, centros dependientes
de organizaciones barriales, parroquiales, de colectividades, etc. También deberían desarrollar diferentes
programas sociales de apoyo psicosocial en ámbito escolar y contra horario escolar, contando con
bibliotecas actualizadas, programas de convivencias en campamentos, programas de ayuda a otros sectores
de la comunidad como a niños preescolares, enfermos y ancianos, programas de aprendizaje de
oficios y deportes, estímulos de habilidades a partir de torneos y competencias, visitas a otros barrios,
museos, teatros, espacios de diálogo y debate grupal entre ellos y con adultos etc. Los espacios de debate
deberían incluir dilemas de la vida cotidiana y pública con aprendizaje de formas de discutir desde
puntos de vista diferentes acerca de temas actuales de interés para ellos. Se pueden armar cuestionarios
evaluadores (marketing social) en los que ellos mismos participen de las preguntas a realizar y de la
selección de la población a quien las dirijan. Como ejemplo en su momento:
Se debe ver el MUNDIAL de fútbol en los colegios ¿Sí o No? ¿Cuánto tiempo? ¿Todo o Parte? ¿Nada?
¿Por qué?
Dicho de otro modo, es importante no sólo promover políticas PARA ellos sino CON ellos.
Otro ejemplo actual:
¿Qué actitudes deben asumir los alumnos de las escuelas en las que hay problemas con el suministro de
energía para calefaccionarlas?
Frente a alguna noticia en los diarios que los interpele, como la de las niñas de Lisboa que cambian
acciones erotizantes en la pantalla por cargas en sus teléfonos celulares, ¿qué piensan sobre eso?¿qué se
puede hacer frente a eso?
También es importante propiciar que desarrollen sus potencias en campos como: la fotografía, el cine, el
teatro, la literatura, la música, la danza, la percusión (tambores), las destrezas circenses, etc.. Facilitarles
el acceso a estas actividades los ayuda a conectarse con el placer sin drogas y sin violencias.
Por último hemos aprendido12 la importancia de que se comprometan y se responsabilicen del desarrollo
de actividades programadas (estudio, trabajo, recreación, etc.) durante no menos de seis horas
diarias, como una ayuda para organizarse y para relacionarse con los otros.
María del Carmen Ravazzola de Mazieres
Buenos Aires, julio de 2007