Autor Dr. Gastón Mazieres
Cuando se trata de evitar situaciones que favorecen el consumo de drogas, comunmente se jerarquiza la
importancia de la familia (Grimson, W. 1999). Vemos que una de las ideas frecuentes que circulan desde
los medios profesionales es que frente a situaciones de tensión o conflicto familiar, es generalmente el hijo
adolescente el que reacciona drogándose. También se afirma que cuando en una familia las normas, límites
y mandatos no son claramente explicitados y pautados, se crea un caldo propicio para el consumo de
sustancias (situación de riesgo o peligro). Sin embargo hoy las estadísticas nos informan de un alarmante
aumento del consumo de drogas, psicofármacos y alcohol también en los otros miembros de la familia,
personas de diferentes edades expuestas a reaccionar consumiendo sustancias tóxicas frente a múltiples y
complejas vicisitudes contextuales. Creer que solo “lo familiar” está en el origen de la adicción o pensar
que la solución de las adicciones solo reside en mejorar la “comunicación familiar” es una reflexión pobre y
limitada. No es posible plantear que un cambio en la dinámica familiar sea la única respuesta a situaciones
de riesgo, cuando permanentemente comprobamos las terribles limitaciones y necesidades que ella misma
afronta. ¿Acaso no deberíamos aliviarla de la absurda y falsa culpabilización de ser ellas determinantes de
la drogadicción del hijo y además pretender que sea la única responsable de su cura? Miremos con valentía
las condiciones reales, las posibilidades auténticas de cada familia y no jerarquicemos ciegamente los
valores idealizados que suponemos que deben existir en cada una de ellas.
Hasta hace unos años era la familia en su estructuración clásica (mamá, papá, hijos, abuelos, etc.) la que
imponía ideas, creencias y valores como verdades únicas, propias de cada una de ellas. Pero en la actualidad
y por influencia de la escuela y fundamentalmente de los medios de comunicación, la intimidad familiar
absoluta ha desaparecido y la información de la realidad social penetra en todos los hogares incorporando
culturas diferentes, muchas veces cuestionadoras de lo que la propia familia transmite. En esta realidad de
hoy, la familia tiene influencia solo en parte bastante limitada aunque importante en el crecimiento, maduración
y equilibrio emocional de las personas que la integran. Ademas, estadísticas e informes nos indican
que muchas veces se viven allí en la “familia” verdaderos infiernos: generalmente violencias sufridas por
mujeres, niños pequeños y ancianos, aberraciones a la dignidad de seres inocentes.
El reflexionar sobre las múltiples causas que presionan y llevan al consumo de drogas nos posibilitará
ver el deterioro de cada sector social para así en una acción participativa y solidaria de todos, llegar a
reparar el tejido social dañado.
Algunas propuestas (González E. 1997):
La prevención en el medio familiar será una tarea permanente en la que se cuestione y se reflexione
sobre 1) la coherencia entre los consejos que proclaman los adultos y sus actos, 2) los modelos que los
mayores transmiten a sus hijos, 3) el tiempo real que los miembros de la familia se brindan entre sí cotidianamente,
etc., y 4) las jerarquías, las equidades, las responsabilidades y las conductas de todos.
El sistema educativo deberá estar informado para entender el fenómeno evolutivo del niño y del adolescente,
sus problemas y necesidades, además de estar suficientemente preparado sobre el tema de abusos:
drogas, violencia, etc. Acompañará a la familia en todo el proceso educativo considerando siempre las
diferencias y las singularidades de cada alumno.El personal docente así formado contará con recursos
que le permitan evitar actos represivos y discriminatorios aplicados a los alumnos detectados como
consumidores.
Es necesario alertar permanentemente al profesional médico en tratar de evitar el uso no controlado de
psicofármacos, drogas legales, que permiten una evasión a tantas situaciones conflictivas de la vida actual
y que muy rápidamente llevan a los pacientes a una necesidad creciente de su consumo.
Captación y formación de líderes naturales que funcionarán coherentemente en la detección y orientación
de situaciones de riesgo.
Intervenciones planificadas con rigor metodológico y permanentemente evaluadas. Teniendo en cuenta
las edades de los destinatarios y promoviendo la participación de las familias.
Otras propuestas a considerar: Proveer recursos para estimular las instituciones barriales, centros comunales,
deportivos, sociedades de fomento, culturales. Actualizar permanentemente la información sobre
abusos y consumo de drogas al personal de instituciones judiciales, legislativas, de seguridad y de salud.
Incorporar en los programas de las universidades materias específicas referidas a la drogadependencia,
prevención y rehabilitación, etc.
En cuanto a las redes sociales (Dabas, E. y Najmanovich, D. 2002), desde nuestra experiencia sabemos
que muchas veces las familias agrupadas, descubren y comparten problemas comunes que pueden
resolver a partir de los recursos que encuentran en esta unión. Aprenden así a compartir necesidades
y, solidariamente, a participar con su experiencia en la ayuda a otras familias. Hemos visto que en la
prevención de las adicciones, el escuchar pasivamente información de un experto en drogas no es un
dispositivo eficaz para evitar el consumo. Por el contrario, las soluciones aparecen en el compartir con
otros iguales que estén dispuestos a movilizar sus capacidades de ayuda cálida y comprensiva.
El trabajar más allá de los límites de la propia familia, es decir el trabajo en Red (Dabas comp. 1993), da
la posibilidad de que todos los sujetos se sientan participando. Es formando parte de una organización
que se llega a sentir que lo que era inmodificable se puede cambiar y se puede entonces vivir de otra
manera. Se potencian así las alternativas y los recursos que todos tenemos para intervenir y construir una
realidad final amasada por todos, es decir compartida.
Será expresada entonces la prevención como una acción permanente de “anticipación”. El prevenir no
resulta una advertencia pasiva que señala un posible peligro futuro, sino una participación activa y conciente
de cada sujeto en todos sus contextos: familia, barrio, instituciones, es decir en la comunidad toda
a la que pertenece. La prevención implica un verdadero proceso evolutivo de transformación y cambio
donde necesidades y fortalezas surgirán en los múltiples espacios de encuentro y compromiso con los
“otros”, relacionándonos en el marco social al que pertenecemos, ocupándonos más allá de la droga en
sí, mirando al ser humano todo como persona que subyace al consumo.
Nos nos olvidemos del alcohol como droga de mayor consumo en nuestro país. Serias encuestas evaluativas
lo señalan como el que más daña a la trama social, produciendo gravísimos deterioros psicofísicos
de las personas, causal de gran número de accidentes y siendo además generalmente la droga que inicia
y prepara el camino para el consumo de las otras sustancias adictivas. Creemos que, si se encara una
prevención auténtica, habrá de ser un objetivo de lucha en toda acción preventiva responsable y verdaderamente
transformadora el desenmascarar las adicciones que, como el alcohol, anulan las posibilidades
de desarrollo pleno del ser humano.
Se vivió como utopía la posibilidad de disminuir el consumo del tabaco, y hoy la sociedad muestra con
orgullo, en muchos ámbitos, la prohibición de su consumo. Parecía un imposible enfrentar a las grandes
empresas que se beneficiaban económicamente, pero una acción coordinada de la comunidad adquirió
resonancias efectivas que repercutieron positivamente en múltiples foros. Esta efectividad, ¿alguna vez
será posible también con el alcohol y demás drogas…?
Tanto en la prevención como en la rehabilitación de las adicciones, interesa fundamentalmente la existencia
viva de valores que surgen y se activan en las relaciones humanas de todo el entramado social,
ya sean familiares o no (educativas, laborales, judiciales, clubs, etc.). Allí se aprenderá el respeto por
los otros y por uno mismo, en el ejercicio de conductas solidarias de cuidado, comprensión y responsabilidad.
El ser humano potenciado por otros pares puede desarrollar una actitud solidaria que surge como expresión
de su simple pertenencia a su grupo. Una diferencia con los animales reside en lo evolucionado del
lenguaje (desde nuestra óptica). Lamentablemente, a veces los humanos ponen esta ventaja al servicio
del egoísmo y la destrucción.
Quizás la tendencia de los seres vivos a agruparse según rasgos comunes y diferencias enriquecedoras,
se fundamente en el “amor” y a él debemos acudir cuando pensamos en problemas sociales y sus diferentes
formas de prevenirlas y rehabilitarlas.
Bibliografía:
Caplan, G., Aspectos preventivos en salud mental.Paidos: Barcelona. 1993
Dabas, E. comp., Red de Redes. Las prácticas de la intervención en redes sociales. Paidos: Buenos Aires.
1993
Dabas, E. y Najmanovich, D., comp., Redes. El lenguaje de los vínculos. Paidos: Buenos Aires. 2002
González, E. M., “Prevención en España hoy”, Prevención de las drogodependencias. Plan Nacional
sobre Drogas: Madrid. 1997
Grimson, W., Sociedad de adictos. Editorial Planeta: Buenos Aires. 1999