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No somos siempre los mismos. Los cambios en los roles familiares

 

Autora: Dra. María Cristina Ravazzola
Supervisora General de Fundación Proyecto Cambio
(Tratamiento Ambulatorio de la Drogadicción)

Introducción: “¿De cuál familia hablamos?” Guía para ayudarnos a re-pensar la familia, revisar sus concepciones, cuestionar las aseveraciones que se hacen sobre ella, de-construirla

En el tema de producir teoría acerca de “la familia” nadie es neutral. Todos tenemos un SABER que es necesario recuperar para las familias que queremos construir y que necesitamos re-pensar, no necesariamente limitada a la noción de asociaciones para la reproducción biológica.
En lo que se refiere a las imágenes que se nos presentan, podríamos partir de una concepción hegemónica de la familia, la “familia nuclear”: mamá y papá, una mujer y un hombre heterosexuales, casados, con hijos, para desde allí plantear un proceso hacia concepciones más pluralistas y complejas, tal vez más próximas a las observaciones y testimonios sobre familias y la vida cotidiana.
Hagamos un poco de teoría familiar con mirada crítica, ya que las ideas pluralistas implican un desafío a algunas otras explicaciones teóricas, cada una con sus aportes y sus limitaciones.
Las concepciones más “naturalistas” y más “biologicistas” ubican a la familia en el terreno de un hecho natural debido a que la vida familiar está ligada a nacimientos, muerte, sexo, enfermedades, comer y dormir, etc, hechos “naturales”, comunes a todas las personas. Estas concepciones fundamentan diferencias entre los miembros de las familias en características biológicas de sexo y edad, características cuyas limitaciones están cada vez más puestas en jaque especialmente por las nuevas tecnologías reproductivas.
También vale la pena aportar críticas a las concepciones “funcionalistas”, que ven la familia actual más ligada a responder a demandas funcionales derivadas del modo de producción en fábricas, a diferencia de la familia pre-industrial, ligada al modo de producción familiar, cuyas reglas eran más estrictas y la autoridad paterna resultaba más clara. La familia de la era industrial se vuelve (citando palabras de la obra difundida de C. Lash, “Heaven in a Heartless World”) un lugar de refugio, cielo, tal que compense al productor familiar del rol mecánico y subordinado que desempeña en la fábrica. El inconveniente, obviamente, es que estas propuestas “funcionalistas” enmascaran conflictos y desigualdades de género y clase. La categoría de los roles familiares pertenece a la concepción “funcionalista” y se refiere generalmente a la división sexual y generacional de los trabajos que desempeñan los diferentes miembros de la familia, lo que se espera que cumpla cada uno, con los consiguientes réditos y sanciones.
En esta propuesta trato más bien de plantear un pasaje desde pensar la familia como una “cosa” que responde a ciertas necesidades hacia considerar a la familia como una construcción social con implicaciones valorativas y morales, y sujeta a cambios históricos y culturales. Tal vez la idea que propongo se vaya deslizando hacia la concepción de las familias como redes de ayuda mutua que, además de parientes, puedan incluir amigos, vecinos, colegas, etc., ampliando las definiciones que la ligan a la consanguineidad y los linajes. El cambio puede ampliarse hasta considerar que los propios actores protagonistas pueden ser incluídos como sujetos que definen sus formas de asociarse.
No es posible ser ingenuos/as en cuanto a la importancia política de producir debates acerca de este tema. En nuestras culturas, las unidades sociales que llamamos familias parecen ocupar el lugar de un sistema social central. Veamos algunos indicadores de esta afirmación.
a) El sistema familiar es dador de identidad al punto tal que las personas pueden identificarse como “un Padre”, “una Madre”, “un Hijo”, y dirigirse, abordarse en esos términos, encontrarle sentido a conductas según estas identidades, etc.
b) Frecuentemente, en discursos sociales y políticos se divide al mundo en categorías como Público y Privado, entendiendo por privado el mundo de la vida familiar y por público al mundo extra familiar. La familia es un eje calificado de esta distinción. Es necesario revisar estas dicotomías que niegan la validez de las categorías intermedias y a las interconexiones entre los extremos supuestamente polares. Justamente voy a ocuparme aquí en examinar dinámicas un poco menos públicas y un poco más privadas.
c) Las instituciones destinan dinero y energía a la creación de políticas acerca de, hacia y para la familia, aunque no la analicen ni la discutan.
d) aquellas personas que no están vinculadas en forma directa con miembros de su red familiar sufren algún tipo de rotulación estigmática, desde sí mismos o desde otros, cuando no son víctimas - especialmente en nuestros países vaciados de un estado asistencial - de franco desamparo. Quienes no tienen familia : dan lástima. No tienen apoyo. No tienen garantías o créditos, que los/las avalen.
e) La imagen de las relaciones familiares parece resumir aquellos componentes de las conductas sociales que son no racionales, ni económicamente productivos y por lo tanto no son fácilmente mensurables; que ubicamos en la esfera de los afectos y de las relaciones de proximidad e intimidad, y que (¿paradojalmente?) los seres humanos registramos como importantes y necesarios para nuestra supervivencia. Esta es la única institución social que asume en sí y por sí misma todas estas funciones. Pero la complejidad de sus componentes, sus interrelaciones, sus relaciones con el mundo social circundante y sus diversidades hacen muy dificultosos los análisis totalizadores. Hablemos de LAS FAMILIAS y diferenciemos las experiencias y prácticas de cada uno de sus miembros.

Algunos cambios
¿Qué nos hace pensar que hubo cambios en las familias en los últimos 10 años?


Comencemos por enumerar algunos GRANDES CAMBIOS SOCIALES GENERALES, tanto en cuanto a fenómenos de población como a creencias relacionadas:

  • Aumento de la tasa de divorcios y re-casamientos visibles.
  • Desaparición del tabú de la virginidad como un organizador social.
  • Control efectivo de la natalidad en manos de las propias mujeres con los consiguientes cambios en la vida de las mujeres:
    1. disminución de la mortalidad perinatal materna
    2. aumento de la vida participativa de mujeres que entonces estaban todo el tiempo embarazadas, pariendo o amamantando.
  • Cambios en las concepciones acerca del AMOR romántico como “natural”, propio de la salud y la normalidad, ahistórico.
  • Mujeres casándose más tarde, no tan jóvenes
  • Movimientos de mujeres y más recientemente de varones en torno a buscar identidad y participaciones sociales menos estereotipadas y limitantes para sí mismos. (Feminismos y otros movimientos).
  • Cambios tecnológicos en los medios de comunicación que varían notablemente la difusión de la información transcultural aportando diversidades a los supuestos hegemónicos.
  • Pandemia del SIDAcon sus propios fenómenos epidemiológicos como el aumento de las curvas de crecimiento del riesgo de infección para mujeres casadas, supuestamente miembros de parejas monogámicas.
  • Aumento general de la edad de supervivencia de la población con la aparición de algunos fenómenos tales como la aparición de altos índices de enfermedad mental en hombres solos que parecen no estar preparados para sobrevivir solos.
  • Aumento de la participación de mujeres en la producción científica y en las prácticas profesionales (cambios en la relación experto-asistido a partir del específico desempeño profesional hecho por mujeres). La escolarización de las mujeres se produce 2 siglos más tarde que la de los varones, y su ingreso a la Universidad, 12 siglos más tarde.
Sigamos con OTROS CAMBIOS, especialmente en el terreno de la conciencia social acerca de algunos fenómenos familiares:
  • Mayor registro y publicitación de los fenómenos familiares aberrantes como la violencia, los abusos sexuales, el incesto, etc, informaciones que modifican una imagen idealizada de los vínculos familiares.
  • Menor aislamiento y menor tabuización de la intromisión social en la vida doméstica, práctica relacionada con la información anteriormente mencionada.
  • Mayor índice de mujeres madres con presencia en el mercado laboral, percibiendo un salario y saliendo de la exclusividad de la esfera doméstica.
  • Menor índice de hijos por familia.
  • Mayor número de familias con madre jefa de hogar en clases medias y mayor registro de esta realidad en clases populares.
  • Aumento del índice de pobreza en hogares a jefatura femenina, tal vez afectados por la estigmatización y no legitimación de su estructura, además de por la sobrecarga y limitaciones derivadas de que una sola persona, no preparada para generar dinero, sea la que tiene que hacerlo.
  • Mayor registro y publicitación de situaciones familiares no convencionales tales como:
    • el ejemplo de la madre transexual, que crió varios hijos, tiene nietos, y que en Buenos Aires fue gran noticia hace unos meses porque le sacaron ahora los hijos más chiquitos, reclamados por sus madres biológicas. Estos niños están todavía internados en instituciones porque no se ha autorizado a Mariela a adoptarlos.
    • las adopciones y las crianzas de hijos hechas por mujeres grandes sin marido, por homosexuales varones y mujeres, etc.
    • la aparición de niños nacidos de fecundaciones in vitro, o de madres subrrogadas que pueden ser hijas o madres de la madre de crianza, etc.
    • las parejas estables, con o sin hijos cada uno, que deciden NO convivir.
    • las parejas jóvenes de clase media que conviven sin casarse, como un fenómeno habitual.
Las profesionales de la salud mental que trabajamos convocando los miembros de la red familiar para mejorar la calidad de vida de nuestros/as consultantes, como parte de esa población de profesionales mujeres cuyos testimonios y prácticas están transformando la mirada científica más tradicional, venimos observando los distintos impactos de estas nuevas realidades, y las reacciones y contra-reacciones que podrían inspirar políticas sociales de efecto beneficioso: apoyos y legitimaciones que produzcan disminución de costos de estigmatización, de estereotipia, de silenciamientos, de síntomas, de limitaciones, etc.
¿Estos factores del movimiento de población en qué dirección y cómo pueden estar influyendo? En especial, ¿cómo influyeron en cuanto a la calidad de vida de las personas involucradas? Revisemos a) los factores que podemos llamar reproductivos:
-Las políticas favorecedoras del control de la natalidad (mundiales más que locales) están ayudando a difundir métodos de control de la natalidad por métodos manejados por las mujeres. Esto debería estar produciendo menor presión social sobre las mujeres para que su único lugar sea el hogar y los hijos, pero, a la vez, operan sin influenciar para modificar las imágenes tradicionales y aumentar el apoyo social si la mujer elige un destino distinto al del mandato.
Incluyamos el fenómeno de la manipulación tecnológica de la reproducción, y, veremos que, lejos de producirse mayor apoyo social a las mujeres que deciden no ser madres, o mayor aceptación de las convivencias homosexuales, en niveles que mejorar la calidad de sus vidas, así como todo el debate ético que estos temas requieren3, más bien se producen y reproducen las consecuencias de cumplir con el sueño de Francis Bacon de que el hombre domine la naturaleza y la capacidad reproductiva de la mujer.
b) los factores productivos:
-La presencia de las mujeres en el trabajo extradoméstico implicó la denominada doble jornada, con doble carga de esfuerzo, y menos modificaciones de las esperadas en cuanto a su calidad de vida.Tampoco, necesariamente, aseguró que los hombres se acercaran a la vida doméstica y a los hijos.
-Las tendencias económicas mundiales y locales han resultado en la imposibilidad cada vez mayor para el hombre de ser EL proveedor satisfactorio de las necesidades económicas de su familia. Creo que es válido examinar en detalle las dificultades en el reconocimiento de estas dos variables y sus consecuencias para los distintos miembros de “la familia”.
y c) los factores relacionales (abarcando especialmente SEXUALIDAD y SOCIALIZACION de los HIJOS)
-Los cambios en las conductas sexuales (mayor disponibilidad y mayor conocimiento de las mujeres con respecto a la vida sexual, en especial en relación a su propia sexualidad), el desprestigio del tabú de la virginidad, con un notable aumento y visibilización de convivencias premaritales, ¿han logrado cambios en el standard moral doble diferente para mujeres de para varones? ¿qué importancia han tenido? ¿han sido verdaderamente liberadores? y, ¿para quiénes?
-El aumento de la tasa de divorcios parece haber logrado alguna disminución de la estigmatización de las asociaciones familiares no convencionales.
-Los cuestionamientos a la vigencia del amor romántico (idealización del otro, sensaciones imprevisibles y fuera de procesos, absorción en pensamientos acerca del otro, voluntad de hacer sacrificios, asociado a fenómenos de placer estético) (James R. Averill, Henry T. Finck, 1881-1923 y Dante, 1274, citados por Averill,) ayudan a visibilizarlo en un contexto histórico y social. Reubican nociones que mantenemos inadvertidamente sobre las ilusiones acerca de algunos paraísos. Nos aferramos a algunas imágenes idealizadas de La Familia y La Pareja, la mujer = madre, algunas concepciones de la infancia (coincidiendo con palabras de la licenciada Eva Giberti) por no perder paraísos.
La de-construcción de estas concepciones ha logrado una revisión de las ideologías de los ideales de la PRIVACIDAD y la AUTODETERMINACION, y entonces la posible apertura del “cerco” familiar a la intromisión del mundo público y al análisis de cada situación, muchas veces no precisamente coincidente con el cuentito del hogar como refugio para todos.
Voy a referirme a esta construcción - la familia -, analizando especialmente los cambios en los roles y las funciones de los componentes adultos centrales, staff, del conjunto. Aceptando las críticas a los análisis funcionalistas, antes mencionada, trataré de incluir el conflicto de poderes implícito en estas distribuciones , y me voy a referir a los procesos que vienen sufriendo y sufren las mujeres y hombres de nuestra cultura en tanto, en una trama de relaciones, se asumen como esposa-madre y como esposo-padre, especialmente en relación a posiciones de prestigio y legitimación social, y a la riqueza del contraste entre las expectativas sociales sobre estos roles y las características que concretamente observamos en las conductas de las personas con las que tomamos contacto. En el interjuego entre esas expectativas, por un lado - lo esperado- y por el otro las concretas actitudes de las personas, se generan otras tramas que tal vez nos permitan flexibilizar los límites y crear políticas y alternativas que nos reflejen y nos representen en la búsqueda de valores más justos y humanitarios.

Observaciones acerca de algunos CAMBIOS en las políticas intrafamiliares y sus consecuencias
Cambios en la esfera de la autoridad del hombre y en su posición central en la familia.

Es muy difícil evaluar estos cambios en las conductas familiares de los varones, sin caer en generalidades no siempre representativas. Los ítems relacionados con la autoridad y la centralidad son útiles para ayudarnos a explicar lo observado.
Aun cuando es evidente que hombres y mujeres trabajan para sostener la cotidianeidad de sus hogares, las mujeres asumen más francamente el compromiso y la responsabilidad de su participación en áreas familiares y extrafamiliares.
Para los hombres, sin embargo, mientras que su capacidad como proveedores parece ser una de sus mayores fuentes de autoestima, su participación doméstica parece atentar en su contra.
Sin duda los hombres han sido afectados por los cambios promovidos por las mujeres, pero todavía, salvo excepciones, no han acompañado estos cambios de una manera satisfactoria para sí y para sus familias.
Algunos parecen sufrir el haber sido sacados de un lugar central, y resistirse a participar de la vida familiar de otra manera que la aprendida. Otros, los que sufren menos trastornos, aceptan mejor los conflictos que derivan de la necesidad de re-negociar roles y posiciones con la mujer, aceptan cuidar de sus hijos, cocinarles, ocuparse de su limpieza y su escolaridad, aunque declaran que, debido a esos cambios, también tienen conflictos con otros hombres y también consigo mismos y sus propias creencias y valores acerca de la masculinidad.
Muchos se aferran a esquemas de dominación sobre sus mujeres y sus hijos, generando a veces graves problemas para todos.
Pero también es cierto que existen pocos espacios de debate público en los que las nuevas imágenes de varones se discutan y puedan circular con más aceptación y menos alarma para su autoestima.

Cambios en la esfera de la dependencia de la mujer-esposa

La inclusión de las mujeres en el mercado de trabajo, y el hecho de que ellas se vean en posesión de un salario concreto no ha significado tanto cambio en las relaciones de poder familiar como el que cabría esperar. Las mujeres siguen disponiendo de sus ingresos para la necesidad del sustento diario, o para hacerse cargo del pago de la persona que la sustituye en la casa. Con lo que no terminan de traducir su entrada de dinero en poder de decisiones concretas en el hogar.
El factor relacional parece tener más peso. El hecho de que ellas participen de un lugar de trabajo con otras personas amplía las redes de las mujeres, y ese sí parece ser un factor de cambio en las relaciones de dependencia de las esposas hacia los esposos. Con los contactos personales en el lugar de trabajo, las mujeres se ven frente a nuevas valorizaciones y comparaciones que generan a su vez nuevos y beneficiosos conflictos en la relación conyugal.

Cambios en la ubicación del hombre como único responsable de la provisión de recursos de sustento

Aun cuando muchos hombres se han sentido responsables y han cifrado su autoestima y prestigio social y familiar en la calidad y cantidad de su aporte al sustento de su grupo familiar, las realidades de desempleo y de aumentos crecientes de costos de vida y servicios en nuestros países promueve conflictos en estos supuestos. De hecho, las mujeres han salido a contribuir a mejorar los montos aportados, pero esto no significa del todo que la imagen del hombre como proveedor se haya modificado. A nivel de los medios, se sigue proponiendo a los hombres que compren electrodomésticos de regalo para sus mujeres suponiendo que ellos traen el dinero y ella hace las labores domésticas.
Esto pesa como una carga y una exigencia a veces muy difícil de sostener, generadora de expectativas a las que a veces ellos no están en condiciones de responder.
Pero es verdad que aparece cada vez más una conciencia de que tanto las mujeres pueden ser capaces de ganar dinero (de hecho muchos hogares se sostienen con el trabajo doméstico asalariado de mujeres cuyo marido está desempleado), como de que los hombres no tienen ningún impedimento biológico para hacerse cargo de los hijos, la comida o la limpieza, ni que estas tareas ejerzan un efecto pernicioso sobre su virilidad. Los impedimentos para estas tareas parecen estar más sustentados en que faltan entrenamientos permanentes y cotidianos menos narcisísticos y más altruístas para nuestros varones.
En algunos países han aparecido movimientos de hombres dispuestos a criar a sus hijos, pero algunos no lo plantean como una inserción colaborativa en la esfera doméstica, sino más bien jugando un papel como sustituto y competidor de la madre. Entre estos últimos, algunos sienten un gran deseo de venganza hacia la madre de sus hijos, generalmente por haber tomado ella la iniciativa de separarse o haber decidido convivir con otro hombre.

Cambios en la concepción de la mujer como única responsable por la crianza de los hijos

Diferencia entre “Maternidad” y “Maternar”
Este item es enormemente importante para incluir a las mujeres como sujeto de derechos a una vida con proyectos y logros propios, y es necesario discutirlo más ampliamente.
¿Quién cría los cachorros de la especie? (se pregunta Renate Bridenthal) Sólo algunos hombres aceptan la idea de co- responsabilizarse en las tareas concretas que demanda la crianza, y sólo algunas mujeres desafían los supuestos culturales de que la calidad de cuidado materno es incomparable y produce los mayores beneficios.
Al mismo tiempo, los científicos de la salud mental han culpado a la madre de las fallas y problemas en los hijos, mostrando una contradicción entre concebirla como el factor más positivo de la crianza, o, en otros casos, la influencia más peligrosa y negativa. La idealizan pero la constituyen a la vez en el chivo emisario social para los problemas conductuales.
Se idealiza la maternidad, mientras se aisla y se margina la CRIANZA (el maternar), dejándola confinada en el polo doméstico, separado del mundo público, el otro polo.
En nuestra cultura aparece la maternidad idealizada ejercida full time por mujeres y considerada como característica y “saber” innato y natural. No necesariamente cambia este concepto cuando la mujer sale a trabajar fuera de su casa: sólo se le agrega OTRA carga mas (la doble jornada) de trabajo pago y no pago. Quedan así las mujeres definidas sólo por sus capacidades reproductivas, y se les niega o descalifica toda otra inserción o actividad social porque esto atentaría contra la maternidad full time.

¿Qué hemos aportado los/las profesionales provenientes del mundo de la psicología?

Ha habido tímidos movimientos en relación a plantear y revisar informaciones provenientes del campo psicológico siempre con centro en la función CRIANZA (qué es bueno/malo para los hijos)
Por ejemplo: ha habido una tímida revisión de la teoría de que las alianzas intergeneracionales son negativas para los hijos. El supuesto es que Padre y Madre siempre deben exhibir acuerdos o.... ¿y qué pasa cuando no lo están?
Es probable que los efectos de las conspiraciones en cualquier sistema sean des-estabilizadores para los mismos. Pero, inexplicablemente, estas afirmaciones fueron entendidas por profesionales de la salud mental que trabajan con familias como que no debían producirse desacuerdos entre los padres, o de que si alguno de ellos quería intervenir a favor de sus hijos, estaban haciéndoles un daño porque debían estar a favor del otro padre.(?) Este cuestionamiento es importante, pero no muy difundido. En cambio, se sigue difundiendo esta afirmación casi terrorista como si fuera una clave explicativa de generación de patología en los hijos.
También es útil plantear algunos tímidos cuestionamientos y dudas en relación a la importancia en la crianza de algunas conductas maternales, la necesidad de que esas conductas sean directamente ejercidas por la mujer-madre, el valor atribuído a su ausencia y su presencia, la calidad de su autoridad, etc. Por ejemplo. otro clásico del “terrorismo psi” consiste en hacer creer a las madres que deben estar siempre presentes en su casa con sus hijos, y que dejarlos al cuidado de una cuidadora mercenaria es sinónimo de abandono y (nuevamente) va a generar problemas en la salud mental de sus niños.
Estas afirmaciones descriptas desconocen la contextualización histórica de las concepciones acerca de la crianza. Las conductas de “maternaje” que los cachorros de la especie necesitan para sobrevivir y socializarse, han sufrido importantes cambios a los largo de la historia. En principio, los niños fueron “descubiertos” como categoría social relativamente recientemente (no antes del siglo XVIII). Curiosamente, venían siendo sólo “locos bajitos” por siglos, y así era como morían en número impensable para esta época. También había los que recibían amor y cuidados, pero los niños no eran particularizados como tales, no tenían sus ropas, sus juegos, sus instituciones.
Si bien en el lenguaje es difícil distinguir entre “maternar” y “la maternidad”, esta distinción puede ayudar a revisar el exagerado valor puesto sobre esta última estructura de la cultura, valor que se extiende al matrimonio y a la familia.
Al nombrar la “maternidad” se pierde el sentido de la “parentalidad” que involucraría a varones y mujeres en la responsabilidad de que nuestros niños reciban los cuidados adecuados.
Podemos distinguir algunos elementos típicos de la maternidad idealizada:

  • La fantasía de la madre perfecta totalmente responsable de los hijos,
  • o la actitud “tiremos sobre la madre”, como si todo dependiera de ella.
  • conflictos entre la maternidad ideal y la sexualidad de la mujer, que es visualizada sólo como MADRE, y por lo tanto su SEXUALIDAD negada o considerada como peligrosa para esa función ideal.
  • agresión y omnipotencia en la relación madre-hijo, idealizada y considerada intocable, lo que conduce a aislarlos y a un desarrollo posesivo en el que nadie más debe influir.
  • aislamiento de la díada madre-hijo/a
El aspecto contradictorio de esta distribución se evidencia en el hecho de que la cultura no espera de los varones que se responsabilicen por los hijos, ni valora particularmente la crianza ejercida por las madres, a las que no subsidia especialmente, ni reconoce como especialmente importantes cuando se autodefinen como “amas de casa” lo que supone dedicación full-time a la ocupación maternal.
Existen dos edades de riesgo de Enfermedad Mental ligadas a esta maternidad IDEAL (antes, en otra época, la enfermedad típica era la psicosis puerperal). Los conflictos que enfrentan las mujeres en relación a su destino “maternal” y personal son enormes.
No extraña entonces conocer que los grandes índices de riesgo de enfermedad mental están en la población de mujeres jóvenes con hijos pequeños, coincidentes en todas las clases sociales, importante DATO epidemiológico a tener en cuenta para elaborar políticas de salud.
La otra etapa de vida de riesgo para la salud mental de las mujeres es la que se denominó, cínicamente para mi entender, como “nido vacío”. Más que atribuir los problemas de las mujeres en esa etapa a que se transforman en “mano de obra desocupada”, tendríamos que escucharlas y tomar conciencia de que es en esa etapa en la que esperan que la dedicación a los hijos y al marido dé sus frutos, es decir, que ella se vea cuidada y atendida en sus necesidades como ella lo hizo con los suyos en su momento. Huelga decir que esto no es así. Los hijos que ella ayudó a autonomizar se alejan y se desentienden de ella, y el marido está ocupado en su trabajo y en mantener su propia imagen de persona joven que tal vez ella misma le ayudó a sostener. Es común que ella se sienta estafada.
Se agregan, a veces, problemas muy graves como la constatación del aumento de sectores de población pauperizados, que están conformados por mujeres de edad madura que nunca aprendieron a generar dinero, ingresos propios, y que se encuentran en la vejez desatendidas económicamente por sus familiares.

Y, ¿Qué pasa en nuestra cultura con el Padre?

Propongo algunos cuestionamientos a las ideas sostenidas por teorías psicológicas acerca de la importancia del padre y de la figura paterna. También propongo revisar la definición de la función paterna y su concepción como fundamental para los hijos, y necesariamente ejercida por un varón y especial como es el padre. Me parece importante revisarla porque esta figura paterna así planteada significa creer que las madres de hogares uniparentales tienen que asumir aún más exigencias para asegurarse de que van a ser capaces de:

  • proveer un padre,
  • fabricarlo o inventarlo
  • en ese caso hacerle cumplir la función de Padre, como si eso fuera responsabilidad de Ella
  • “tener” que aliarse con él aunque no estén de acuerdo
  • vivir sus alianzas con los hijos como clandestinas o ilegítimas
Existe una tendencia creciente en clases medias (en clases populares ocurrió y ocurre sin que se publicite ni genere demasiadas políticas al respecto) a que algunas mujeres decidan llevar adelante su proyecto maternal más allá de si cuentan o no con un compañero para compartir las cargas de provisión de recursos y crianza concreta. Asumen voluntariamente este compromiso y organizan “familias” uniparentales cumpliendo los roles que tradicionalmente se supone que corresponden a dos personas.
Nos preguntamos y consideramos muy importante preguntar a madres y padres: ¿Dónde queda el padre en esta familia actual?
Existe el concepto en la Psicología de que las relaciones únicas y demasiado próximas entre madre e hijo/a, en la medida en que no se incorpora otro interlocutor confiable para ellos, pueden prolongarse indefinidamente sin que madre e hijo/a puedan incluir tiempo y crecimiento como una variable importante para todos. En este sentido, el padre presente y confiable puede cumplir esta función social simbólica de “corte” o de puesta de límites, difícil para el progenitor enganchado en una relación de inter-dependencia con el hijo.
Obviamente esta función no necesita ser performada por El padre, sino que debe y puede ser incorporada al sistema inclusive por la propia madre si se ve apoyada como para hacerlo. No necesitamos atribuirle un sexo a estas funciones, ni reducirlas o cosificarlas.
Si queda en un lugar impuesto por sí mismo o por la cultura como central en lugar de como un miembro más de la red, el hombre reproduce un modelo patriarcal que tal vez los hijos algunas veces desafían de muchas maneras especialmente en la adolescencia.
Pocos hombres están preparados para asumir la herida narcisística de pertenecer al sistema familiar pero no en el lugar de máxima importancia y autoridad. Es frecuente que en ese caso se vayan, que se refugien en la adicción al trabajo u otras adicciones, que ejerzan roles con un estilo autoritario, o que compitan y traten de sustituir a la madre.
Cuando pueden superar el dolor de perder ese antiguo trono y, por el contrario, apreciar el valor de compartir con la madre y los hijos el ámbito doméstico, los padres pueden contribuir al desempeño de funciones maternales de nutrición, sostén, continencia, solidaridad, acompañamiento, cuidados, y participar de un mundo de afectos que todos necesitamos y apreciamos.