La familia es, para nuestra cultura, la matriz donde nacen, crecen y se desarrollan los hijos.
Este lugar de privilegio les permite recibir todo lo que sus padres pueden transmitirles: valores, ideología,
estilo.
Mientras los hijos son niños, de la familia y la escuela reciben el afecto, la pertenencia y la información
necesarias para su desarrollo.
La llegada de la adolescencia enfrenta a los padres con importantes dilemas: por un lado están las necesidades
que los hijos dicen tener y, por el otro, la duda y la inseguridad para dar respuestas adecuadas.
Los padres de hoy ya no pueden más usar como parámetro su propia adolescencia pues, en los últimos
años, los hábitos socioculturales han experimentado un profundo e importante cambio.
Años atrás, se marcaba el pasaje a la adolescencia con rituales muy claros, como eran la entrega de
la llave de la puerta de la casa a los dieciocho años y, antes aún, era el primer pantalón largo. Para las
niñas, ¨ la fiesta de quince ¨. Estas ceremonias eran rituales que las familias promovían y que ayudaban
a los jóvenes a buscar y descubrir la distancia que los separaría de sus padres: era el comienzo de la
autonomía.
Hoy en día, estos rituales son menos frecuentes y los jóvenes, desde más niños, intentan ciertos movimientos
que creen propios pero que, en realidad, son estimulados por los nuevos hábitos. Muchos
jóvenes de corta edad salen de noche; desde muy chicos se unen a grupos cuyos integrantes no siempre
conocen los padres; también comienzan a probar el alcohol.
En esta búsqueda de distancia, de diferenciación, de supuesta autonomía, desarrollan en algunos casos,
hábitos casi opuestos a los aprendidos en sus familias; así es que llegan a tomar alcohol y a probar drogas.
Los jóvenes buscan su autonomía desarrollando conductas de enfrentamiento con sus padres.
¿Qué hacer para evitar estos riesgos?. El pasaje de la infancia a la adolescencia no es un momento sino
un proceso: lleva tiempo, - tiempo de acompañamiento -. Cuando los padres no lo temen, pueden entender
este proceso, pueden ser protagonistas con sus hijos y transitarlo juntos; pueden, en última instancia,
estar cerca de sus hijos y hacer efectivo el acompañamiento que podemos resumir en una mirada atenta,
un diálogo abierto, la posibilidad de escuchar las necesidades de los hijos, aprender a negociar con amor
y lucidez.
Este tramo de la vida puede convertirse en una rica e interesante aventura, pero a condición de realizarla
juntos, padres e hijos. Juntos compartiendo, juntos aprendiendo cada uno desde su lado, juntos construyendo
este tramo nuevo de su crecimiento.
Susana Barilari
Directora de PROYECTO CAMBIO
Octubre de 1999